Cuando la Virgen de Luján visitó Baradero

Por Ezequiel María E-mail: chechu_1000@yahoo.com

Hay acontecimientos que marcan a fuego a una nación, a una ciudad, a un lugar, a un barrio, y de esto quisiera explayarme en estas líneas a miles de kilómetros de distancia de mi querido Baradero. No es mucho lo que recuerdo de aquella época, pero pienso que al haberlos vivido tan intensamente, esos recuerdos se irán ampliando poco a poco, y lograré el propósito de llegar con los ellos a mucha gente que vivió esos momentos de alegría para un lugar de Baradero llamado “Barrio de la Estación”.

Corría el año 1957, y en mi pueblo había un hombre que regía espiritualmente los destinos del lugar hasta tal punto que hubo profundos cambios sociales, edilicios y especialmente educativos. Bajo su conducción, se formalizaron proyectos de tal envergadura que hasta el día de hoy son considerados como el mayor impulso que recibió Baradero, para despegar hacia un futuro como ciudad libre y autónoma. Proyectos como la nueva casa parroquial, el complejo cinematográfico y teatral de cine San Martín, el impulso musical del coro Alberto Willians, el barrio Santiago Apostol, un adelanto importantísimo para esos años, y el mayor regalo que sembró y germinó de tal forma que hoy es el orgullo de innumerables profesionales y estudiantes formados en sus aulas: LA OBRA EDUCATIVA PARROQUIAL, que fue lo que nos independizó educativamente.

Esto es en síntesis muy apretada lo que impulsó aquel visionario que lamentablemente hasta la fecha no ha tenido el homenaje que se merece. Sin embargo, todo ese esfuerzo no fue en vano. Costó muchos sinsabores realizar esas obras y realmente, a la distancia, en los años fueron premiadas.

No sé cómo ustedes interpretarán mi parecer, pero pienso que el Altísimo quiso que su Madre bendijera con su presencia todo ese trabajo activo que esa persona ofreció a la comunidad de Baradero; y aquí es donde mi memoria se esfuerza en recordar aquellos días.

La ciudad tenía barrios con su propia identidad y uno de ellos, de larga data, era el de la estación ferroviaria, que rogaba constantemente la construcción de un templo católico, ya que para cumplir con sus obligaciones religiosas era mucha la distancia que lo separaba de la Parroquia Santiago Apóstol. Fue así que, comisión mediante, siempre asesorada por el Párroco que estamos recordando, se inició la construcción de una capilla en la intersección de las calles J. O`Roarque y Ameghino. En ella colaboró todo el espectro social, comercial e industrial de Baradero y, con mayor énfasis, el barrio solicitante, que también era llamado “de la carbonilla”. Era muy común ver al sacerdote arremangarse la sotana y trabajar a la par de los albañiles.

Fue tal el anhelo de esa gente por ver finalizada la obra, que llegó el momento de la inauguración del templo y se decidió bautizarlo bajo la advocación de Nuestra Señora de Luján. A partir de ese momento, una sensación de esperanza y alegría inundó los corazones del barrio, ya que se conoció inmediatamente la noticia de que la imagen de la Virgen sería trasladada desde la Basílica de Luján en una carreta tirada por bueyes, hasta llegar a la misma Capilla. Todo cambió en el barrio: comentarios a granel, alegría en los rostros, pronósticos de como sería el recorrido. ¿Llegarían? ¿Por dónde? ¿Cuánto tardarían?

La fecha de llegada era el 12 de octubre de 1957, y el fervor se acrecentaba día a día, hora a hora. Todo estaba calculado, y la Virgen quiso que todo fuera normal. Ese día el pueblo se fue aglomerando a lo largo de la entrada a Baradero, en bicicletas, motos, autos, caballos, caminando, en todas las formas de locomoción que eran posibles. El fervor era indescriptible: cantos, pañuelos y banderines argentinos al aire, continuos vivas a la Virgen; todo era permitido mientras la multitud acompañaba la triunfal entrada de María Santísima a Baradero.

Ya en los alrededores de la Iglesia, llegaba mucha gente de los cuatro puntos del partido. Pobladores del campo en sulkis, americanas, y a caballo, que eran atados en el perímetro lindante al templo, que estaba rodeado de alambre de púa, sin percatarse sus dueños que en pocos instantes quedarían inmersos en la extraordinaria multitud jamás reunida hasta ese día en Baradero.

Y la Virgen en su carreta llegó y se quedó como aquella primitiva imagen lo hiciera en Luján. Recuerdo que fue emocionante la llegada y toda la ceremonia de su entronización en la Capilla, rodeada por el fervor de miles de almas que loaban a Jesús y a su Madre que se quedó entre nosotros para bendecirnos y consolarnos en nuestras alegrías y tristezas. Todo el acto fue dirigido por aquel sacerdote desde un palco instalado frente mismo a la Capilla, no alcanzando su potente voz a ser escuchada correctamente por aquella inmensa manifestación de fe.

El próximo 12 de octubre se cumplen 50 años de aquel acontecimiento, toda una vida con muchos momentos felices y, por qué no incluirlos, también de los inversos. Pero Ella sigue firme junto a su gente, dándonos fuerza espiritual, para solucionar miles de problemas que se nos presentan a diario.

Sé fehacientemente que hay personas ocupándose para que esos 50 años sean recordados y festejados de tal forma que se asemejen a aquel 12 de octubre de 1957. Ver nuevamente las calles del apreciado barrio ferroviario inundadas del fervor de un pueblo agradecido a su Patrona, por todas las bendiciones que constantemente derrama sobre todo Baradero. Que las instituciones y el pueblo en general, dentro de sus posibilidades, ayuden a la comisión encargada de los festejos a celebrar ese día de tal forma que sean similares o aún más, a aquel día en que Nuestra Señora de Luján entró a Baradero para llenarnos de bendiciones.

Como se habrá notado, dentro de mi recuerdo no he nombrado a ninguna persona en particular de aquellos tiempos. Esto se debe a mi falta de memoria y a no querer quedar mal con nadie. Eso sí, quiero finalizar esta nota solicitando a quien corresponda (alguno debe haber en Baradero) que se haga cargo de tomar la posta para rendir el merecido homenaje, ya sea poniendo su nombre en una importante calle o una plaza, erigiendo una estatua o trayendo sus restos al barrio, que sería lo ideal. Y que ese homenaje sea consumado el mismo 12 de octubre hacia ese hombre, esa persona, ese ser humano, ese visionario, ese adelantado en el tiempo, ese cura párroco de Baradero que se seguirá llamando: PADRE EUGENIO BETONO.

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